viernes, 5 de mayo de 2017

El toro en tres cantares

            I
Apenas anunciaste a la manada
con mugidos azules tu venida
y ya un doble proyecto de embestida
apuntaba en tu frente desarmada.

¡Qué verde aquella noche perfumada!
¡Qué negra tu silueta! ¡Qué encendida
tu mirada zaina sorprendida
al alba en tu primera madrugada!

Ya metes los hollares, ya te besa
la gloria vegetal de la dehesa
con almarjos, sapinas y espiguillas.

Y ya esperas tu suerte remansado
sobre la tierra blanda del cerrado
con ensueños de albero y taleguillas.

II
Por fin se abre el portón y tú te sumas
entre destellos, brillos y oropeles,
a derribar jinetes y corceles
alzándolos en vilo como plumas.

Amasado de miedos y de brumas,
te cobras del percal los aranceles
y dibujas estampas de carteles
al vuelo del capote que perfumas.

Una danza de quiebros y de embroques
adorna de floridos palitroques
tu piel peninsular de mapa mudo.

Y el duende de la sangre de las flores
deja en los alamares sus colores
escarlata, carmín y rojo agudo.

III
Una gélida sombra, desgajada
de la fría memoria del acero,
vino tras el engaño del torero
a arrebatar la luz de tu mirada.

En un instante denso la alborada,
esa brisa salada del estero
y el aroma de mieles del romero
se quedaron prendidos de la nada.

Descansa la testuz, toro meleno,
que como fuiste noble, fiero y bueno
y de tu brava casta hiciste alarde,

altivo y orgulloso, quedo a quedo,
en tu cielo darás la vuelta al ruedo
con el último aliento de la tarde.


                                                                  Jesús Fernández Novoa

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