domingo, 25 de agosto de 2013

Garrochistas

I

Mi caballo se ha cansado.
Mi caballo el marismeño,
que no le teme a los toros
ni a los jinetes de acero.

Por la madrugada,
música de esquilas y espuelas,
garrochas
cruzadas.

II

Ya mis cabestros pasaron
por el puente de Triana,
seis toros negros en medio
y mi novia en la ventana.

¡Puente de Triana,
yo he visto un lucero muerto
que se lo llevaba el agua!

III

La corrida del domingo
no se encierra sin mi jaca.
Mi jaca la marismeña,
que por piernas tiene alas.

Venta vieja de Eritaña,
la cola de mi caballo
dos toros negros peinaban…

IV

¡ISLAS del Guadalquivir!
¡Donde se fueron los moros
que no se quisieron ir!...

En el espejo del agua
yo reparo en los andares
salerosos de mi jaca.

Luces de Sevilla,
faro de los garrochistas
que anochecen en la Isla.

V

En las salinas del puerto
se encarga a los salineros
las garrochas de majagua
que gastan los mozos buenos.

Si no se me parte el palo,
aquel torillo berrendo
no me hiere a mi el caballo.

VI

Mi caballo es muy buen mozo;
ir en jaca es ir a pie,
que nadie llegó a la Habana
en un cascarón de nuez.

VII

Que me entierren con espuelas
y el barbuquejo en la barba,
que siempre fue un mal nacido
quien renegó de su casta…



                                                       Fernando Villalón

jueves, 15 de agosto de 2013

El duende y Sevilla: Curro Romero

Quiso un duende ser torero
de estas toreras besanas,
donde lloran las campanas
cuando Curro es campanero.
Se sintió pronto camero
para beber en la fuente
que rebosa sobre el puente;
y en ese pueblo alardea,
de ser la mejor marea
de su taurina corriente.

Y el duende torero un día
quiso conocer Sevilla,
para ser siembra y semilla
de la tierra de María.
Al saberlo Andalucía
le dijo: Busca primero
el aroma del romero
que despiden sus macetas,
después todos los poetas
te enseñarán el sendero.

Te enseñarán el sendero
que termina en la Maestranza,
donde Curro es la balanza
y cante caracolero.
El duende cascabelero
cogió muleta y estoque,
esquivó toro y derrote,
y pronto llevó hasta Camas,
esa queja tan gitana
que florece en su capote.



                                                 Juan de Dios Pareja Obregón

lunes, 5 de agosto de 2013

Letrillas de cuando pasa el toro

Pasa el río y va dejando
verde olivar la ribera:
olivo y río soñando
frente a una larga torera.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Sólo pasa que, al pasar,
quisiera encontrarse al paso
el río y el olivar.

Sobre el río está la luna
toreando, toreando
sin permiso, como una
torera de contrabando.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Pasa que quiere coger
a la luna de aquel río
del que ya no ha de beber.

Pasa el arroyo hecho finta
de finísimo cristal
para la pájara pinta
y para el verde rosal.

Pasa, pasa… y, a su paso,
veroniquean las flores
con un capote de raso
y una montera en colores.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Pasa que, si pasa el toro,
en la orilla le florece
un junco de seda y oro.

Pasa el arroyo y no sabe
qué orilla será mejor
para la pluma del ave
y para el pie de la flor.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Sólo pasa que, a su paso,
nadie sabe en qué pitón,
va la gloria o el fracaso.

Y el agua ve que al tan… tan…
de su lírico caballo,
rosas y espinas se dan
citas en el mismo tallo.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Pasa que, si  pasa el toro,
la muerte guiña en los cuernos
y el sol en el traje de oro.

Y al cristal que va cantando,
un jardinerito loco
le está gritando, gritando:
¡Pasa más poquito a poco!

Porque entre tanto alboroto,
¡ay, amargura, amargura!,
a un alhelí se le ha roto
en un lance la cintura.

Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Pasa que un ángel quisiera
ser peón de confianza,
¡quite de plumas toreras!
por si acaso
el junco de seda y oro
se queda prendido al paso
entre los cuernos del toro.



                                                       Manuel Benítez Carrasco