miércoles, 25 de febrero de 2015

Cuerpo presente

           La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados,
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿que pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen donde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!


                                                       Federico García Lorca
                                        [del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías]

domingo, 15 de febrero de 2015

Fiesta brava [Tauromaquia de don Francisco de Goya]

            ¿Y si se quiebra la caña?
¿Y si en la arena me quedo?

Fuera miedo;
¡viva España!

Tengo el ruego
pendiente de mi coraje;
soldados y paisanaje
verán si puedo o no puedo.

¡Fuera miedo!

Los chulos –qué bien se ven
los toros en la barrera–
dirán que si no embistiera,
que si faltó un ten con ten,
que si de aquella manera
no debí salir del paso,
que si la suerte retraso,
que si fue o que si no fue…

Pero salto, y no hago caso,
calzando de viento el pie.


                                                                   Juan José Cuadros 

jueves, 5 de febrero de 2015

Capea

           Los pestiños de la tarde
fríen sus mieles en el cielo manso.

En las puntas del bicho
van los pipirigallos,
entre los caballistas
que cambian “cañas” por escapularios.

Toro de carroussel
que ensartan cintas de colores claros
en las blusas rasgadas de los ángeles.

Ramas de flores de chillones pánicos
enlaza entre los cuernos el novillo,
piernas de seda encaramadas alto
en el verde de dulce de las rejas.

Las flores de almidón policromado
de los pañuelos de colores,
los capotillos granas y morados
la tarde va extendiendo en sus balcones.

El querubín, con el capote al brazo, 
torea ante el altar de la "Blanca Paloma".


                                                       Rogelio Buendía