viernes, 25 de agosto de 2017

¡Adiós, Joselito el Gallo!

Bello, moro y español
como la Torre del Oro,
catedral de luz cristiana
con el bulto transitorio
iba Joselito el Gallo
de punto en punto redondo.
Como Dios, por todas partes
estaba: por los periódicos,
por los muros, por las bocas,
por las almas, por los cosos…,
todo lo multiplicaba
y lo enaltecían todos.

Estaba el lugar de España
tan enamorado, loco,
la mitad de su valor
y la mitad de su rostro.
¡Talavera de la Reina!
Calavera yo te pongo
por mal nombre, mala sombra,
mala tarde y malos toros.
Calavera, Calavera,
sitio del drama más hondo.

Allí salió a Joselito
un toro de malos modos,
malintencionados cuernos,
malintencionados ojos.
Bailador lleva por nombre,
miren qué nombre tan propio.
¿Qué muerte no es bailadora
ante una vida de plomo?
La hechura mejor de Dios,
la nata de lo gracioso,
el rey de la torería,
allí se quedó sin trono,
allí se quedó sin forma,
allí perdió su cogollo
con el toril de las venas
medio abierto a sus arroyos.

España, que estaba entonces
pajiza en el abandono
de su sol y de su campo,
se hizo un borrón. Sólo lloros
y ayes por todos los pueblos
se oían y terremotos.
Toda la tierra temblaba
de sentimiento y asombro.
Aumentó el Guadalquivir
su volumen caudaloso
con el limón que esgrimían
las sevillanas sin novio.
A mares lloraban todas
cuando el entierro lujoso
pasó y él embalsamado
iba hacia Dios y hacia el foso.

La capa de atorear,
frágil defensa y adorno
airoso de su existencia,
hecha de su muerte apoyo
por cabecera llevaba
para el último reposo.
¡Cuánta corona pusieron
sobre su ataúd precioso!
Hasta el rey rindió la suya
al que era real en todo.
Ante su cuerpo tirados
los claveles luminosos,
se abrían las venas sobre
alamares de sus hombros,
pura transfusión de sangre
pretendiendo generosos,
por ver si lo levantan
de su lecho mortuorio.

Allá, por el polo norte
del candor, ¡qué puro polo!,
un deshielo de jazmines
le caía silencioso
y las rosas, boquiabiertas,
expiraban como elogios,
como presencias de besos
de muchos labios hermosos
que, no pudiendo sus besos
de verdad dar, por esposos
o galanes le mandaban
sus ejemplos a manojos.

¡Adiós, Joselito el Gallo!
¡Adiós, torero sin otro!
Dejas el ruedo eclipsado
su círculo misterioso
con la soledad del sol
y la soledad del toro.
A todos les viene ancho
aquel anillo sin fondo
que a tu vida se ajustaba
cabal y preciso, como
hecho de encargo por Dios
para tu arte y tronco.


                                                       Miguel Hernández

[El torero más valiente. Tragedia española. Obra teatral en verso.

Romance recitado por el personaje EL CIEGO.]

martes, 15 de agosto de 2017

¡Manolete!

Por Córdoba la Mayor
corren sollozos de muerte:
la flor blanca del toreo,
se marchita sin moverse.

Sierra Morena, en agosto,
quedó cubierta de nieve;
los campos y huertos crujen
faltos de color y germen.

Hay un río de tristeza
que desconoce los puentes
y el remanso y las orillas
y el mar en donde perderse.

El rezo de las Ermitas
busca un milagro, sin suerte.
Por Córdoba la Mayor
¡Manolete!... ¡Manolete!

Meditador de distancias
ante una incógnita hiriente.
Faenas de laca y mimbre.
Cadencia en cerco de mieses.
Semilla de plantas quietas
en un surco de vaivenes.

En él toda una lidia
de rotundos caracteres.
Verónicas  de amaranto
que deshojándose crecen.

Cuatro ayudados de torre
como si estuviera ausente,
y un pasa toro y embiste,
que no te miro si quieres.

¡Ay, de aquellos naturales
de amapola y oro y fiebre!
Manoletinas de espuma
que se esconden y aparecen.

¡Cómo las astas tan cerca
si toreando se duerme!
¡Ay, de tu estoque en los altos
como cinta que se prende!
Camino de anillos nuevos…
¡Manolete! ¡Manolete!



                                                       Mario Cabré

sábado, 5 de agosto de 2017

Llanto por Manolete

Llegan de Sierra Morena
a la plaza de Linares
para ver a Manolete
los mineros de Arrayanes.
Suben de la oscura tierra
para que a la tierra baje,
a minas de plata y gloria,
quien fue de acero en su arte.

Un anillo gris, de plomo,
forma el público. La tarde
cenicienta se oscurece
sobre grises olivares.
Manolete, todo alma
caballero de diamante,
luce sus últimas luces
en la plaza de Linares.

¡Qué espada como su espada,
envidia de los arcángeles!
¡Qué revuelo como el vuelo
de su capote en el aire,
ala que tiene la muerte
como fin de su viaje!
Rodó el toro por la arena
donde olvidaba su sangre
Manolete, que no quiso
sin matarlo retirarse.

¡Qué gran torero, torero,
torero, torero grande!
¡El de la triste figura,
tan triste como elegante!
¡Tan cumplidor, tan valiente,
tan trágico, tan suave”
Serán las plazas de toros
colgadas de la ciudades
como coronas de luto
que su memoria acompañe.

Que un público de gardenias
y pensamientos rebase
las barreras y tendidos
donde florecieron antes
tanto clavel varonil
y tanta rosa fragante.
Murió el torero en España.
Su muerte cruzó los mares.
Lágrimas de España y Méjico
llueven en los funerales.


                                                                  Manuel Altolaguirre

martes, 25 de julio de 2017

Morante de la Puebla...

Morante de la Puebla, tabaco y oro,
gallea por chicuelinas con ‘Alboroto’,
negro mulato listón

Negro mulato mira.
Tabaco y oro llama con el pétalo
más lento de la rosa.
Y la bravura acude
para pastar la sal de la pavana.

Tabaco y oro rota
levemente los ejes de la brisa
para ceñirse fucsia
con los sonidos negros
que vibran en las sombras del peligro.

Tabaco y oro vuelve
a transformarse rosa en la mudanza,
parsimonia tangente,
al paso del compás
que derrama el misterio de sus vuelos.

Abre otra vez su llama
la balsámica rosa del percal.
Tabaco y oro quiebra.
Su paso a dos provoca
el clamor de los círculos concéntricos.

Se acabaron los pétalos.
Y este dios, este adiós arrebujado
en la media verónica,
pliega la letanía
en los encajes de la gracia plena.


                                                                   Manolo Romero Mancha

sábado, 15 de julio de 2017

Corrida en Ronda

En la corrida más grande
que se vio en Ronda la vieja.
Cinco toros de azabache,
con divisa verde y negra.
Yo pensaba siempre en ti;
yo pensaba: si estuviera
conmigo mi triste amiga,
mi Marianita Pineda.
Las niñas venían gritando
sobre pintadas calesas
con abanicos redondos
bordados de lentejuelas.
Y los jóvenes de Ronda
sobre jacas pintureras,
los anchos sombreros grises
calados hasta las cejas.
La plaza, con el gentío
(calañés y altas peinetas)
giraba como un zodíaco
de risas blancas y negras.
Y cuando el gran Cayetano
cruzó la pajiza arena
con traje color manzana,
bordado de plata y seda,
destacándose gallardo
entre la gente de brega
frente a los toros zainos
que España cría en su tierra,
parecía que la tarde
se ponía más morena.
¡Si hubieras visto con qué
gracia movía las piernas!
¡Qué gran equilibrio el suyo
con la capa y la muleta!
Ni Pepe-Hillo ni nadie
toreó como él torea.
Cinco toros mató; cinco,
con divisa verde y negra.
En la punta de su estoque
cinco flores dejó abiertas,
y a cada instante rozaba
los hocicos de las fieras,
como una gran mariposa
de oro con alas bermejas.
La plaza, al par que la tarde,
vibraba fuerte, violenta,
y entre el olor de la sangre
iba el olor de la sierra.
Yo pensaba siempre en ti;
yo pensaba: si estuviera
conmigo mi triste amiga,
mi Marianita Pineda.
………………………..


                                                      Federico García Lorca

[Mariana Pineda. Romance popular en tres estampas.

Escena IV. Estampa Primera. Recitado por el personaje AMPARO.]

miércoles, 5 de julio de 2017

Toros bravos

¡Ay!, por el hondo callejón del luto
muge la pena y hunde su cornada
sobre el pecho redondo de la tarde
que junto al río sola se desangra.

Viene arrastrando el viento dolorido.
Viene el dolor y pide un poco de agua.
Y llega la amapola de una herida
como una puerta triste y entornada.

Huele a clamor de sangre en los pitones
de los becerros que en el campo pastan.
Los rabos pendulean. Toros niños
se van en busca de sus madres vacas.

Crecerán con la leche de la yerba.
Serán viriles rayos en las plazas.
Furores masculinos desatados.
Pensamientos de muerte por las astas.

Serán burlados toros en la arena.
Sufrirán el colmillo de las varas.
Flores de banderillas en sus carnes
le dolerán de súbito en el alma.

Y luego el rojo trapo de la muerte
- como si fuera acaso una mortaja -,
les besará la furia de los cuernos
cuando les muerda el corazón la espada.

Ellos son la alegría de los campos,
los quijotes que mueren cara a cara,
relámpagos de músculo de encina
condecorados con la sangre brava.

La tierra los parió. Son hondos hijos
de hierro y de la roca. Tienen casta
de raíces de fuego por las venas
y huracanes que embisten a las capas.

Qué grandeza al morir. Qué valentía
con la cabeza erguida de arrogancia.
Bajo el cuchillo puntillero
quisieran que la tierra los tragara.

Toros de lidia, nobles toros bravos
que mugen por los campos de mi patria,
mi corazón empuño, y os lo tiro
como un rojo clavel que huele a España.


                                                                   Luis Álvarez Lencero

domingo, 25 de junio de 2017

Molinete

Iniciar un natural
y rematar por adorno
con un giro helicoidal
recreándose en el torno
es tan difícil o más
que el pase hondo y a compás,
porque es sorpresa y es flor,
tal que el toro al dar la vuelta
halla sólo -burla esbelta-
vaga memoria de olor.


                                                                  Gerardo Diego

jueves, 15 de junio de 2017

Naturales

El toreo se hace hondo,
a un tiempo se abisma y vuela,
cuando va el toro redondo,
atado el cuerno a la tela.

Que naturaleza rija
el pulso y que la sortija
de la suerte se acompase.

De frente, que el toro elija
y dibuje, cierre, exija
base, pase, clase, frase.


                                                                  Gerardo Diego

lunes, 5 de junio de 2017

Curro y yo

Yo, Juan de Dios; tú, Romero;
tú, capote; yo, sonanta;
tú, el arte que se levanta
y se viste de torero.

Yo, toque cascabelero
con jirones de poesía;
tú, crisol y morería;
yo, toque por soleares;
tú, timón en esos mares
de toda la torería.


                                                                   Juan de Dios Pareja Obregón

jueves, 25 de mayo de 2017

Al toro [Fragmento]

           El caballo, como el toro,
si es valeroso y es fuerte,
da el pecho al aire y se enfrenta
cara a cara con la muerte.

*
El alma del toro es clara
y pura como el cristal;
y su inocencia es tan rara
porque es sobrenatural.

*
Darle a cada cual lo suyo
no es tener que darle todo.
Al hombre, lo que es del hombre.
Al toro, lo que es del toro.

*

Ni el torero mata al toro,
ni el toro mata al torero;
los dos se juegan su vida
al mismo azaroso juego.

*

No trafiquéis con su alma.
No le perdonéis la vida
al toro bravo en la plaza.

Que es humana cobardía
robarle al toro su muerte
“a solas con su agonía”.

*

Piensa el toro y dice así
(y no lo dice por mí):

Mi muerte no es cosa mía
aunque a mí me lo parezca.
Vosotros tenéis mi muerte
como yo tengo la vuestra.

La vida que me rodea
es la que está muerta en mí
como yo lo estoy en ella.


                                                                  José Bergamín

lunes, 15 de mayo de 2017

Pueblo soberano

            Plaza llena, vocerío
solar, fusión de gentío.
Público en tarde redonda
no es masa que el alma esconda.

Sobre la arena está el drama.
¿A quién vencedor proclama?

Un silencio. Se condensa
callando la tarde intensa.

Lo rojo aguarda o se mueve,
sutil, gallardo y aleve.

Tal muchedumbre es ya mole.
Todo se junta en un ¡ole!
Por fin, ovación. Muy bien.
Suena un silbido. ¿De quién?

Público en tarde redonda
no es masa que el alma esconda.
Aplausos. Gritos. ¿Oreja?
La unanimidad se aleja. 


                                                                  Jorge Guillén

viernes, 5 de mayo de 2017

El toro en tres cantares

            I
Apenas anunciaste a la manada
con mugidos azules tu venida
y ya un doble proyecto de embestida
apuntaba en tu frente desarmada.

¡Qué verde aquella noche perfumada!
¡Qué negra tu silueta! ¡Qué encendida
tu mirada zaina sorprendida
al alba en tu primera madrugada!

Ya metes los hollares, ya te besa
la gloria vegetal de la dehesa
con almarjos, sapinas y espiguillas.

Y ya esperas tu suerte remansado
sobre la tierra blanda del cerrado
con ensueños de albero y taleguillas.

II
Por fin se abre el portón y tú te sumas
entre destellos, brillos y oropeles,
a derribar jinetes y corceles
alzándolos en vilo como plumas.

Amasado de miedos y de brumas,
te cobras del percal los aranceles
y dibujas estampas de carteles
al vuelo del capote que perfumas.

Una danza de quiebros y de embroques
adorna de floridos palitroques
tu piel peninsular de mapa mudo.

Y el duende de la sangre de las flores
deja en los alamares sus colores
escarlata, carmín y rojo agudo.

III
Una gélida sombra, desgajada
de la fría memoria del acero,
vino tras el engaño del torero
a arrebatar la luz de tu mirada.

En un instante denso la alborada,
esa brisa salada del estero
y el aroma de mieles del romero
se quedaron prendidos de la nada.

Descansa la testuz, toro meleno,
que como fuiste noble, fiero y bueno
y de tu brava casta hiciste alarde,

altivo y orgulloso, quedo a quedo,
en tu cielo darás la vuelta al ruedo
con el último aliento de la tarde.


                                                                  Jesús Fernández Novoa

martes, 25 de abril de 2017

CITACIÓN – fatal (Elegía a Ignacio Sánchez Mejías)

            Se citaron los dos para en la plaza
tal día, y a tal hora, y en tal suerte:
una vida de muerte
y una muerte de raza.

Dentro del ruedo, un sol que daba pena,
se hacía más redondo y amarillo
en la inquietud inmóvil de la arena
con Dios alrededor, perfecto anillo.

Fuera, arriba, en el palco y en la grada,
deseos con mantillas.

Salió la muerte astada,
palco de banderillas.

(Había hecho antes,
a lo sutil, lo primoroso y fino,
el clarín sus galleos más brillantes,
verdadera y fatalmente divino.)

Vino la muerte del chiquero: vino
de la valla, de Dios, hasta su encuentro
la vida entre la luz, su indumentaria;
y las dos se pararon en el centro,
ante la una mortal, la otra estatuaria.

Comenzó el juego, expuesto
por una y otra parte...
la vida se libraba, ¡con qué gesto!,
de morir, ¡con qué arte!

Pero una vez -había de ser una-,
es copada la vida por la muerte,
y se desafortuna
la burla, y en tragedia se convierte

***

Morir es una suerte
como vivir: ¡de qué!, ¡de qué manera!
supiste ejecutarla y el berrendo.

Tu muerte fue vivida a la torera,
lo mismo que tu vida fue muriendo.

No: a ti no te distrajo,
el tendido vicioso e iracundo,
el difícil trabajo
de ir a Dios por la muerte y por el mundo.

Tu atención sólo han sido toro y ruedo,
tu vocación el cuerno fulminante.

Con el valor sublime de tu miedo,
el valor más gigante,
la esperabas de mármol elegante.

Te dedicaste al hueso más avieso,
que te ha dejado a ti en el puro hueso,
y eres el colmo ya de la finura.

Mas ¿qué importa? que acabes... ¿No acabamos?
todos, aquí, criatura,
allí en el sitio donde Todo empieza.

Total, total, ¡total!: di: ¿no tocamos?
a muerte, a infierno, a gloria por cabeza.

Quisiera yo, Mejías,
a quien el hueso y cuerno
ha hecho estatua, callado, paz, eterno,
esperar y mirar, cual tú solías,
a la muerte: ¡de cara!,
con un valor que era un temor interno
de que no te matara.

Quisiera el desgobierno
de la carne, vidriera delicada,
la manifestación del hueso fuerte.

Estoy queriendo, y temo la cornada
de tu momento, muerte.

Espero, a pie parado,
el ser, cuando Dios quiera, despenado,
con la vida de miedo medio muerta.

Que en ese ‘cuando’, amigo,
alguien diga por mí lo que yo digo
por ti con voz serena que aparento:

San Pedro, ¡abre! la puerta:
abre los brazos, Dios, y ¡dale! asiento.


                                                                  Miguel Hernández

sábado, 15 de abril de 2017

Último tercio (Sexto toro)

            De rosa y oro, el espada
quiebra su cuerpo de junco.
Embiste el toro, mugiendo,
y esquiva el torero el bulto.
En los alamares de oro
hay pelo zaíno, hirsuto.
Torero casi libélula,
toro casi abejaruco.

La charanga aplaude en música
de metal agrio y agudo.
El toro sigue embistiendo,
buscando, buscando el bulto
que, en rosa y oro, el espada
quiebra, frágil, como un junco,
ya de rodillas, tranquilo,
cogiendo un pitón al bruto,
o acariciando el testuz
ensortijado e hirsuto.

Certero, clavó el estoque,
se mojó de sangre el puño,
y el lucero de la tarde,
que abre el carrusel nocturno,
con un santoral taurino
contempla extasiado el triunfo.


                                                       Adriano del Valle

miércoles, 5 de abril de 2017

Tu pura transparencia

            Ese Dios es el eco que te habla
en silencio, arropado en el capote;
ese dios es la luz que buscas siempre
en medio de la Plaza: Tu triunfo…

Esde dios es la llama luminosa
que tu cuerpo recubre en verde y oro;
ese de dios es el libre y fuerte instinto
que no se nombra nunca en la corrida…

Ese dios que no ves y que te mira,
burla burlando al toro de la muerte,
que lo acercas a ti con tu muleta.

Ese dios está en ti, en tu apostura,
en tu arte, en tu ser, en tu mirada:
Ese dios es tu pura transparencia…


                                                                   Daniel Pineda Novo

sábado, 25 de marzo de 2017

Seis verónicas de Antonio Ordóñez

            El toro vino embistiendo noche
y Antonio lo esperó árbol al aire.
Se movieron sus ramas lentamente.
Inclináronse cuernos en la cuna,

en el ruido de ola del percal.
Un brazo hizo camino -sombra y luz-
por el que el toro fue más que embebido
ciego por entre brisas y terrales.

Pedro Antonio de nuevo le ordenaba
que el mugir repitiese su carrera
bien firmes las columnas de la sangre
terso el compás del temple por las manos.

Desde su orilla el hombre estaba viendo
una vez y otra vez quebrarse espumas
contra la soledad de arena toda.

Cada lance alargaba su sorpresa.
Seis tiempos en relojes de sol fuerte.
Y un amén arropando las verónicas.


                                                                    Luis Jiménez Martos

miércoles, 15 de marzo de 2017

El torero Paco Camino en la plaza de El Espinar

            En este breve ruedo hay un camino
para librar la suerte a la memoria
y para andar del toro hasta la gloria,
a la luz del lucero vespertino.

Madura la sonrisa ya, y divino
el son de la muñeca transitoria,
Camino va contándonos su historia
ante un toro veleto y astifino:

la soleá que entona un ángel triste,
el canto de la fuente en la enramada
y el olor de arrayán con que se viste.

Un golpe de clarín da la estocada.
Y abriéndose en el duende que le asiste
cae Sevilla, en sus manos derramada.


                                                                  Mel Rodríguez Martín

domingo, 5 de marzo de 2017

La Fiesta Nacional [II]

            En los vuelos del capote,
con el toro que va y viene
juega, al estilo andaluz,
en una clásica suerte,
complicada con la muerte y
chorreada de luz…

Elegante
y valiente,
y con una serenidad
conveniente,
va burlando
la feroz acometida
y jugando
con la vida
ágilmente.


                                                                   Manuel Machado

sábado, 25 de febrero de 2017

La trinchera

            La trinchera ¿es cante chico?
-Depende de quien lo cante
y abra y cierre el abanico-.

Pásatelo por delante
cuidado en la tela el pliegue
y largo, que llegue legue
hasta más allá del vuelo.

Mas con invisible hilo,
midiendo temple y estilo,
tráetelo ya al ritornelo.


                                                                  Gerardo Diego

miércoles, 15 de febrero de 2017

Par al sesgo

            Doblar bien ceñido el cabo,
siempre barlovento, es
duro, como para el bravo
que lleve el viento en los pies.

Calcula y corta el berrendo,
siempre el rumbo corrigiendo.

Sesga el piloto y ataja,
vuela, devorando millas,
cuadra. Y con dos banderillas
la astucia a la astucia ultraja.


                                                                  Gerardo Diego

domingo, 5 de febrero de 2017

El farol

           ¿Quién sabe por qué el farol
brota en la cima del vuelo,
por qué se enciende ese sol
de locura y cerebelo?

Gira el torero a la inversa
de sus brazos: gloria tersa
de una seda de amapola.

Que sea lo que Dios diga,
y el huracán por la espiga.
Flor de la furia española.


                                                                  Gerardo Diego

miércoles, 25 de enero de 2017

Playa de toros

            Suena el clarín alegre del levante
y el gran coso del mar viste su gala;
por el testuz del arenal resbala
pesadamente el viento caminante.

De oro y de grana el sol, quieto y danzante,
quiebra su par de fuego por la cala
y el agua azul se peina y se acicala
presa en la airosa gracia del desplante.

El toro de la tarde, embravecido,
por el estoque de la noche herido,
brinca entre bruma, brama, embiste, estalla.

La daga hiriente del primer lucero
-daga de luz, lucero puntillero-
le golpea mortal sobre la playa.


                                                                   Manuel García-Viñó