domingo, 25 de septiembre de 2016

Al toro [Fragmento]

            […]

El arte de torear
se ve, se oye y se entiende,
cuando es música estelar.

*

No hay soledad tan sonora
ni música tan callada,
como la que siente el toro
en la noche de su alma.

Oscura sombra sin llama
que pulsa en su corazón
el vacío de la nada.

*

Las músicas calladas del toreo
que fueron por el tiempo sepultadas,
yo creo que las creo y las recreo,
como resucitadas,
sintiendo que las oigo y que las veo
de sus vivos despojos despojadas.
Y son esos despojos,
llanto en el corazón, luz en los ojos.

[…]


                                                                   José Bergamín

jueves, 15 de septiembre de 2016

La muerte del toro bravo en el campo

            Esta mañana se ha muerto,
bajo aquel lentisco grande
que da al camino del soto,
el toro que en los eriales
tropezaron los vaqueros,
casi sin vida, ayer tarde.

¡Qué poco se defendía
el toro en aquel instante!

Murió cabizbajo y lento,
lleno el pelo de cochambre,
llena de espuma la boca,
sin fuerzas para oxearse
las moscas que le cercaban
coreando funerales.

El chiquillo del vaquero,
sorprendido en aquel trance,
le observaba temeroso,
le miraba, sin osarse
a poner su pie de niño
sobre el monstruo agonizante.
Pero el toro le llamaba
le llamaba en su lenguaje.

No eran sus ojos de fiera,
no eran los que fueron antes;
eran claros como linfas
plateadas de un estanque.
Estaba allí, prisionera,
toda la luz del paisaje
con campanillas de mayo,
con adelfas, con jarales;
y el niño allí quietecito,
en la pupila expirante,
temblando como en el agua
tiembla la cara al mirarse.

¡Qué pena me daba el toro
bajo aquel lentisco grande!
Sarcófago montaraz,
sin epitafios ni mármoles.
Sin un corro de caballos
sobre la arena sangrantes;
sin chaquetillas de luces;
sin banderillas de encaje,
sin la figura dorada
del espada allí delante;
sin sentir, entre el estruendo
de las mulillas que parten,
la ovación de los tendidos
cuando se inicia el arrastre…

¡Qué pena me daba el toro,
muerto en el campo, sin nadie!


                                                                    Manuel Barbadillo

lunes, 5 de septiembre de 2016

A "Joselito", en el nombre del pueblo

            El olímpico juego lo proclama,
crisoles el valor y la destreza,
oro inmortal del arte: su grandeza
es un raro prodigio hermosa llama.

Surca la multitud, mar de fama,
en la proa de un circo su majeza,
victorial escultura de belleza,
que el mundo hispano cual trofeo aclama.

Dio su ley a los toros… De repente
el cuerpo del espada, en Talavera,
ruina fue sobre la arena hirviente,

con el trágico embate de una fiera:
Arco de Triunfo, el Héroe se desploma,
¡y aún gime el pueblo en la moderna Roma!


                                                       Felipe Cortines Murube