jueves, 15 de septiembre de 2016

La muerte del toro bravo en el campo

            Esta mañana se ha muerto,
bajo aquel lentisco grande
que da al camino del soto,
el toro que en los eriales
tropezaron los vaqueros,
casi sin vida, ayer tarde.

¡Qué poco se defendía
el toro en aquel instante!

Murió cabizbajo y lento,
lleno el pelo de cochambre,
llena de espuma la boca,
sin fuerzas para oxearse
las moscas que le cercaban
coreando funerales.

El chiquillo del vaquero,
sorprendido en aquel trance,
le observaba temeroso,
le miraba, sin osarse
a poner su pie de niño
sobre el monstruo agonizante.
Pero el toro le llamaba
le llamaba en su lenguaje.

No eran sus ojos de fiera,
no eran los que fueron antes;
eran claros como linfas
plateadas de un estanque.
Estaba allí, prisionera,
toda la luz del paisaje
con campanillas de mayo,
con adelfas, con jarales;
y el niño allí quietecito,
en la pupila expirante,
temblando como en el agua
tiembla la cara al mirarse.

¡Qué pena me daba el toro
bajo aquel lentisco grande!
Sarcófago montaraz,
sin epitafios ni mármoles.
Sin un corro de caballos
sobre la arena sangrantes;
sin chaquetillas de luces;
sin banderillas de encaje,
sin la figura dorada
del espada allí delante;
sin sentir, entre el estruendo
de las mulillas que parten,
la ovación de los tendidos
cuando se inicia el arrastre…

¡Qué pena me daba el toro,
muerto en el campo, sin nadie!


                                                                    Manuel Barbadillo

1 comentario:

  1. Manuel Barbadillo Rodríguez (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, 1891 – 1986), poeta, dramaturgo, novelista, biógrafo.

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