Planetas milenarios reclaman tu presencia
en su órbita impensable de ángeles y estrellas.
Un clarín solitario anunciará tu muerte.
Orgullosa y distante, tu mirada de hierro
acepta el desafío de jugar con la muerte.
Tu sangre en el albero abre el rito al misterio
cuando el acero embistes y consumas tu suerte.
Ya la vida escapando de tu cuerpo de piedra,
como un dios moribundo en su último aliento,
alzas fieras tus armas retadoras al cielo.
“¡Qué vidrio en su mirada cuando inmóvil se queda…!”
El sol reverberando mágico en el estoque
devolverá tus ojos dulcemente a la noche.
José Miguel Arnal (Valencia, 1954) , poeta.
ResponderEliminarÓle! Qué profundo y fuerte. Me encantó. Saludos.
ResponderEliminarGracias por el comentario.
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