sobre la fría aurora verde, alto en el peñasco azul.
Muge de sur a norte rempujando
el hondo cenit cárdeno, estrellado todavía
de las estrellas grandes,
con su agigantado testuz.
-La soledad inmensa se amedrenta;
el silencio sin fin se calla.
¡ …!-
El toro -roca desgajada- baja contra
el barranco frondoso.
No quedan más que él, que ¿se va? negro,
y ¡viniendo!, blanca y rosa, la luz.