para verle jugándose la vida,
a la Plaza
de Ronda estremecida
por el milagro en flor de su torero.
La alta barrera y el redondo albero
daban a su compás trazo y medida.
¡Qué viril desafío a la embestida!
¡Qué arrojo el del señor Pedro Romero!
Carne de Roma, sangre de moros
-España es lo latino y lo moruno-
transpiraban valor todos sus poros.
“Más cornadas da el miedo que los toros”.
Lidió casi seis mil, uno por uno.
Los mató a todos. No lo hirió ninguno.