viernes, 15 de enero de 2016

Corrida en el pueblo (IV)

           Los brazos se alzan. Toro, toro, ¡embiste!
Trozos pesados de materia inerte
barren como una capa aquella sombra.
¡Ooo… lé!
¿Dónde está el toro? Un cuerno
viene en el aire.
¡Ooo… lé!

Los garapullos se levantan; bríndenle
colores frescos a un testuz cansado.
“¿Voy o no voy? Oh verde prado,
oh margaritas del ayer. Oh, corro…
La música no engaña”. ¿Qué? Algo ha ardido.
Algo sigue quemando. Oh, cielos. Alza
por vez primera su testuz al cielo,
y muge. Oh, este becerro que una mano pide.
¡Pasa! ¡Vuelve a pasar! ¿Quién manda?
La espesa tela roza largamente,
y los ollares soplan. Sangre gruesa;
un tábano. Voz sola. Ahora un silencio.
La figurilla
vuelve destacada.


                                                                 Vicente Aleixandre

martes, 5 de enero de 2016

Elegía a Joselito (fragmentos)

           Lenta la sombra ha ido eclipsando el ruedo.
Ya grada a grada va a colmar la plaza.
Vino triste de sombra, vino acedo
tiñe ya casi el borde de la taza.

Fragilidad, silencio y abandono.
Cobra el gentío un alma de paisaje
mientras siente el torero hundirse el trono
y apagarse las luces de su traje.

[…]

José, José, ¿por qué te abandonaste
roto, vencido, en medio a tu victoria?
¿Por qué en mármol aún tibio modelaste
tu muerte azul ceñida de tu gloria?

[…]

La verónica comba, el abanico,
la larga caligráfica y precisa,
el galleo -a los hombros el hocico-
y el arrancar -trofeo- la divisa.

El quiebro repetido, el par al sesgo
o en diametral oposición forjado,
dibujando en la arena, a flor de riego,
un radiante teorema entrecruzado.

[…]

Y las órbitas rojas de los pases
ceñidas siempre en torno a tu cintura,
y el fulminar tu espada en tres compases
una vida burlada en escultura.

La lidia toda, atada y previsora,
sabio ajedrez contra el funesto hado.
Gesto de capitán, cómo te llora
la cofradía del aficionado.

Y todo cesó, al fin, porque quisiste.
Te entregaste tú mismo; estoy seguro.
Bien lo decía en tu sonrisa triste
tu desdén hecho flor, tu desdén puro.


                                                                  Gerardo Diego

viernes, 25 de diciembre de 2015

Manolete

           Él era el viento que al pasar excita
con su táurica voz devastadora.
Él era el sol con alamar de aurora
que a la luna de agosto dio su cita…

Y el río mismo que a rondar invita
con espuma de amor su ciudad mora…
y piedra romana, emperadora,
que envidia fue del Puente y la Mezquita…

Parco en reír, discreto en elocuencia.
Mucho hablar de él sería irreverencia.
Pregonó la muleta más que el hombre.

La Historia a la Leyenda dio su fuero…
Y así fue “Manolete”, un niño, un hombre…
Manuel Rodríguez Sánchez: ¡un torero!


                                                                  Rafael Duyos

martes, 15 de diciembre de 2015

Romance de la Marisma

           Aquel toro corni-gacho
y el retinto de seis yerbas,
algún día encenderán
de sus celos las hogueras
y para ejemplo de hombres,
cobardes en la tragedia,
en el suelo verterán
el surtido de sus venas.
Arco granate que es furia,
medio Sol que nace y lleva
en su nacer un eclipse
de estertores y de anemia.

Noche de Luna apagada
por nublados de tormenta,
rugidos fieros y bravos
como temblores de tierra,
y los ojos de las vacas,
encendidos, son estrellas.

Cuatro luces en la noche
que se temen y se encuentran,
dos trenes en dirección
contraria en la vía muerta.

Cuatro puñales que buscan
temblores de carne tierna,
donde hundirse y descansar
después de hundidos en ella.

Dos rosas de corazón,
que se dilatan con fuerza,
porque el mismo tallo daba
a los dos la misma esencia.
Dos espinazos en arco,
dos hocicos en la tierra,
dos colas que se levantan,
culebrinas de tormenta;
dos resoplidos enormes,
dos frontales que se quiebran,
dos toros bravos que mueren
por el amor de una hembra.

En el llano de la Isla,
suelo raso de la estepa,
dos montes de carne duermen
el sueño de la tragedia:
aquel toro corni-gacho,
y el retinto de seis yerbas.

… Como vil Samaritana,
una vaca jabonera,
bebe cuajada la sangre,
clavel rojo entre las yerbas.


                                                                   Salvador Fernández Álvarez

sábado, 5 de diciembre de 2015

El paseillo (Toros en Sevilla)

           Quema su traca de gritos,
de grada en grada, la gente.

El viento va repartiendo
su brisa en frescos sorbetes,
pregonando en las naranjas
secretos de sol poniente.

Ya están aquí los toreros,
la flor de los redondeles,
la terna de los espadas,
las tres cuadrillas más célebres.

Y ajedrezados los rostros
en sombra y sol, los jinetes
rinden su Breda taurina
saludando, sonrientes…


                                                                  Adriano del Valle