y Antonio lo
esperó árbol al aire.
Se movieron
sus ramas lentamente.
Inclináronse
cuernos en la cuna,
en el ruido de
ola del percal.
Un brazo hizo
camino -sombra y luz-
por el que el
toro fue más que embebido
ciego por
entre brisas y terrales.
Pedro Antonio
de nuevo le ordenaba
que el mugir
repitiese su carrera
bien firmes
las columnas de la sangre
terso el
compás del temple por las manos.
Desde su
orilla el hombre estaba viendo
una vez y otra
vez quebrarse espumas
contra la
soledad de arena toda.
Cada lance
alargaba su sorpresa.
Seis tiempos
en relojes de sol fuerte.
Y un amén
arropando las verónicas.
Antonio Ordóñez Araujo (Ronda, Málaga, 1932; Sevilla, 1998), torero.
ResponderEliminarLuis Jiménez Martos (Córdoba, 1926; Madrid, 2003), poeta, narrador y crítico literario.