os brindo el toro entre la arena ardiente;
no desbordes clamor aun tu corriente
en el oro silente, esclarecido.
La montera levanto; envanecido
queda un círculo negro en transparente
sueño de luz. El sol, arde en mi frente
y el clamor me acorrala enmudecido.
Desde la arena, siento cómo escala
la brasa de su ardor, que asciende y cala
mi corazón torero con sus brillos.
Y hacia el toro de testa ensortijada
avanzo entre rumores amarillos,
con el peso brillante de la espada.
Rafael de la Serna Gil (Sepúlveda, Segovia, 1910), abogado, poeta y torero.
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