oía muchas voces,
con mortaja de orgullo,
no de sangre ni miedo,
su corazón astado
encontró al fin el sueño.
Sobre el cielo redondo
pintaron mil pañuelos,
y un responso aplaudido
se rezó por el muerto.
Abajo, a ras de arena,
tres mulillas aladas
despidieron el duelo.
Salvador Domínguez (Valencia, 1960), poeta.
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