domingo, 15 de diciembre de 2013

A Manolo González

            De Sevilla viniste
templando el aire.
Nuestra vieja giralda
quedó mirándote
y el giraldillo
le contó muchas cosas
de su chiquillo.

Grande la plaza,
pesan mucho los ojos,
no es la Maestranza
donde toreas
sintiéndote tan solo
como el que sueña.

Y toreaste,
el aire te dolía
como la tarde,
y te crecías,
parecías un monte
de nieve ardida.

Tu capote un espejo
donde miraban gracia
los ojos negros,
tu corazón
un pedazo de España,
viejo león.

..   ..   ..

Una oreja te dieron
y la tiraste.
El ruedo era un delirio
de voces grandes.
Cuatro vueltas al ruedo,
sin enmendarte.

¡Qué bueno es México!
Te alentaban los pasos
ojos morenos.
Manolo, Manolillo,
Manuel González.
Te llovieron las palmas
de los cabales.
Las palmas de los hombres
tocan de balde.


                                                                   Pedro Garfias

jueves, 5 de diciembre de 2013

La cogida y la muerte

           A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y solo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya lucha la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes inglés
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


                                                        Federico García Lorca
                                             [del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías]

lunes, 25 de noviembre de 2013

Al maestro Antoñete

            Esta tarde la sombra está que arde,
esta tarde comulga el más ateo,
esta tarde Antoñete (dios lo guarde)
desempolva la momia del toreo.

Esta tarde se plancha la muleta,
esta tarde se guarda la distancia,
esta tarde el mechón y la coleta
importan porque tienen importancia.

Esta tarde clarines rompehielos,
esta tarde hacen puente las tormentas,
esta tarde se atrasan los mundiales.

Esta tarde se mojan los pañuelos,
esta tarde, en su patio de Las Ventas,
descumple años Chenel por naturales.


                                                                   Joaquín Sabina

viernes, 15 de noviembre de 2013

Becerro

           No eres nada y ya eres todo,
tembloroso becerrete
en la tarde sin clarines.

Tu testuz, que aún es frente
que piensa y sueña en la ubre,
sin adivinar la muerte
que pugna por asomar
en tus pitones inermes,
tiene encerrado en sus huesos
el clima duro y caliente
de la tarde circular
que te espera sin saberte.

En tu cabeza, sin halo,
de pitones impacientes,
que hoy oprime los ijares
de tu madre, dulcemente,
está el dolor del encierro
huérfano de prados verdes,
el picor de la divisa
que sufrirás impotente,
y el fogonazo de luz
en tus ojos inocentes;
de esa luz que ha de alumbrar
tu bravura, en unas suertes
que, sin tú saber por qué,
te llevarán a la muerte.

No eres nada y ya eres todo,
tembloroso becerrete.
Las notas del pasodoble,
el brillo de los caireles,
el vuelo de los capotes,
el trapo del presidente,
el miedo de los caballos,
la saña de los jinetes,
la cruel burla del quite,
los arpones, frío y fiebre,
la soledad en los medios,
el grito de ¡fuera gente!,
el rojo de la muleta,
mira, toro, toma, vuelve,
acero que brilla al sol,
toro y hombre frente a frente,
y el relámpago de hielo
por las entrañas que hierven…

No eres nada y ya eres todo.
Todo encerrado en tu frente,
dulce becerro que tiemblas
en el prado verde, verde…


                                                       Rafael Azcona
 

martes, 5 de noviembre de 2013

Yiyo

           Y fue como en la arena es la partida
cuando el arte de lidia lo requiere;
audaz golpe de un juego que es suicida
si el toro bravo sabe que se muere.

El Yiyo, fugazmente, allí escondida
la muerte vio en el ojo: reflejada
como una propia muerte suspendida
de afilado cuerno y de la nada.

Elevado hacia el cielo por un hilo
-corazón de torero destrozado-
desde la oscura axila sorprendido.

Un clamor a la plaza puso en vilo.
Así quedaba escrito en su costado
el resumen de un arte y de una vida.


                                                                  Manuel Arce