templando el aire.
Nuestra vieja giralda
quedó mirándote
y el giraldillo
le contó muchas cosas
de su chiquillo.
Grande la plaza,
pesan mucho los ojos,
no es la
Maestranza
donde toreas
sintiéndote tan solo
como el que sueña.
Y toreaste,
el aire te dolía
como la tarde,
y te crecías,
parecías un monte
de nieve ardida.
Tu capote un espejo
donde miraban gracia
los ojos negros,
tu corazón
un pedazo de España,
viejo león.
.. .. ..
Una oreja te dieron
y la tiraste.
El ruedo era un delirio
de voces grandes.
Cuatro vueltas al ruedo,
sin enmendarte.
¡Qué bueno es México!
Te alentaban los pasos
ojos morenos.
Manolo, Manolillo,
Manuel González.
Te llovieron las palmas
de los cabales.
Las palmas de los hombres
tocan de balde.